El año 2020 fue inusual. La pandemia alteró todas las previsiones realizadas en años anteriores. La capacidad que han tenido los gobiernos y sociedades para responder eficazmente a la crisis será por largo tiempo un núcleo de reflexión obligado.
El efecto mariposa
Lo que se desató con el virus SARS-CoV-2 en un mercado de China ya es un nuevo ejemplo en proceso de la teoría del caos. La globalización de las comunicaciones y la logística materializaron el proverbio chino: “El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”.
La pequeña perturbación inicial de enero de 2020 se amplificó de forma exponencial y no terminó; aún no se pueden visualizar los impactos de mediano y largo plazo. La aceleración de la pandemia puso a prueba, entre otras cosas, la capacidad de los gobiernos para hacer frente a lo inesperado y diseñar e implementar políticas públicas adecuadas a las necesidades y demandas sociales, así como refinar las relaciones internacionales.
El COVID-19 operó como un escáner, a medida que cubría la geografía, generaba cambios y mostraba la fragilidad intrínseca de las sociedades y las economías. Cadáveres en camiones frigoríficos y fosas comunes en las ciudades más poderosas del mundo, gobiernos poderosos regateando en aeropuertos respiradores, kits de diagnóstico y otros insumos críticos son imágenes difíciles de borrar.
La multiplicación de publicaciones científicas y Fake News por redes y medios de comunicación expusieron, involuntariamente, varias aristas de la crisis geopolítica global de la cual la decisión de EEUU de abandonar la Organización Mundial de la Salud es apenas la punta del iceberg.
El vértigo que aún vivimos es visible, la batalla por aprobar vacunas obtenidas en tiempo récord, con financiamiento e intervención de todos los Estados, pero también en debates emergentes sobre la salud pública a nivel mundial y el acceso equitativo a los bienes de prevención, tratamiento y cura.
Arquitectura legal de crisis y ética del cuidado
Cerrar el año vacunando a todo el personal esencial, especialmente del sistema de salud, puede considerarse un éxito de la diplomacia sanitaria. Ser uno de los diez países que tiene asegurada la provisión de vacunas para enfrentar la segunda ola de la pandemia es un buen augurio para 2021. Controlar la pandemia es central para la recuperación de las economías, como ya aprendió todo el mundo. En este punto la oposición, especialmente la expresada en el PRO, no ha estado a la altura de la crisis.
El inicio fue incierto porque la pandemia no operó en el vacío. Nación, provincias y municipios tuvieron que responder a los desafíos del COVID-19 en medio de una crisis económica nacional inédita. Algunos datos de Celag.org indican que entre 2015 y 2019 el PBI per cápita en dólares cayó de 14.884 a 10.916, la inflación pasó del 27,5% a 54,5%, el salario medido en dólares de 580 a 275, el desempleo de 6,5% a 11%, el riego país de 555 a 2223, la Deuda Pública Bruta/PBI del 52,6% al 92,0%, el déficit en cuenta corriente del 2,7% al 4,9% y la tasa de interés de las tarjetas de crédito 36,6% al 91,5%.
Cada valor indica una debilidad del Estado para generar políticas públicas. Los reflejos rápidos de febrero se notan ahora en la tranquilidad social de las fiestas de fin de año. Las decisiones basadas en una arquitectura legal precisa y una ética del cuidado permitieron ejecutar una variedad de políticas públicas con cierta eficacia.
Fue acertado que la salud fuera acompañada por una protección social de emergencia muy amplia. En la práctica los DNU 260/2020 y 297/2020, ampliatorios de la Ley de Emergencia N°27.541 de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, de diciembre de 2019, fueron la referencia legal de una pirámide jerárquica de múltiples disposiciones adoptadas por diversos organismos y niveles de la administración pública.
Se abordó la pobreza estructural y la indigencia junto a medidas para la clase media como las prórrogas de los contratos de alquiler, suspensión por seis meses los desalojos y la ejecución de sentencias judiciales. Se congelaron los alquileres beneficiando tanto a unidades de vivienda como a consultorios u oficinas de profesionales, autónomos y monotributistas.
El DNU 329/20 prohibió despidos sin justa causa o por falta o disminución de la actividad de la empresa. El DNU 426/20 consolidó el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos beneficiando a jubilados, pensionados hasta con dos salarios mínimos, inscriptos en el monotributo social, empleadas de casas particulares, beneficiarios de la AUH y de la asistencia por embarazo, desempleados con seguros de desempleo. Esto más la IFE que superó las 9 millones de personas asegurando el ingreso familiar permitieron superar lo más grave de la crisis.
El Decreto 332/2020 del Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción permitió asistir a las empresas y los trabajadores y las trabajadoras en el pago de los sueldos, de acuerdo a su nivel salarial tomando en cuenta la actividad, la ubicación geográfica y el nivel requerido de aislamiento obligatorio por la actividad generaron una red que funcionó bastante bien.
Ciencia, Tecnología e Innovación. La Unidad COVID-19 y las 4D.
La recuperación de la ciencia, la tecnología y la innovación como un valor central de la política pública fue consistente con el programa de gobierno. El enfoque Problema-Solución fue exitoso. La temprana decisión de conformar la Unidad COVID-19 por MINCyT, el CONICET y por la Agencia I+D+i para coordinar todas las capacidades de desarrollo de proyectos tecnológicos, recursos humanos, infraestructura y equipamiento fue valiosa.
Durante el primer semestre se demostró que el país tiene más capacidades que las que se usan. En la convocatoria realizada en el primer trimestre del año se presentaron más de 900 iniciativas, se evaluaron la mitad considerando la capacidad de ser aplicadas en el corto plazo y se financiaron alrededor de 100 proyectos de investigación. Con esta base, ANMAT, como organismo de regulación de la salud, pudo aprobar a mitad del año varios productos que ya pueden aplicarse a la población e incluso algunos que ya están exportándose, más baratos, seguros y sobre todo basados en la industria nacional.
La Agencia I+D+i propuso una estrategia basada en las 4D, ¨distanciamiento, diagnóstico, dispositivos, digitalización¨. Este enfoque se va a extender en el tiempo ya que responde a dinámicas preexistentes que la pandemia aceleró y marcan requerimientos de mediano plazo, con o sin pandemia. Un listado relevado por el Agencia I+D+i da una idea de lo realizado y las proyecciones futuras de estas 4D.
Distanciamiento: Teletrabajo – Desarrollo de apps para: delivery, logística, ordenamiento de transporte, circulación de personas. – Desarrollo de sistemas para layout de plantas productivas e instituciones – Divulgación científica – Capacitación digital – Telemedicina
Diagnóstico: Procesamiento de Big Data – Desarrollo de kits, banco de datos y banco de imágenes – Trazabilidad del virus – Telemedicina orientada al diagnóstico – Desarrollo de vacunas y antivirales – Desarrollo de tratamientos – Telemedicina orientada al diagnóstico
Dispositivos: Impresión 3D para mascarillas – Nuevos materiales y procesos para indumentaria de seguridad – Desarrollo de sistemas de desinfección y esterilización – Equipos para telemedicina – Nuevas tecnologías para equipamientos tradicionales – Nuevas tecnologías y procesos para respiradores – Impresión 3D de partes y componentes
Digitalización: Modelado matemático para conocer el proceso de transmisión idiosincrático de la enfermedad – Aplicaciones o paneles de control para visualizar el avance del COVID-19
Capacidades y necesidades
Los ecos de la pandemia se escucharán por un tiempo largo. Los aprendizajes logrados serán muy valiosos para una nueva generación de políticas públicas con vocación transformadora a nivel nacional y una mayor atención a la geopolítica mundial donde el conocimiento y la tecnología adquieren un valor cada vez mayor.
Este año mostró que una misma sociedad y un mismo Estado pueden tener resultados distintos de acuerdo a la calidad de sus acciones de gobierno; puso en valor que la calidad de las instituciones y la arquitectura legal es central para que las respuestas a la crisis sean sólidas.
El año de la peste deja algunas lecciones aprendidas. La humanidad se reveló en su fragilidad pero también en capacidades disponibles que no siempre son usadas por sus gobiernos y sobre todo que la magnitud de las necesidades que se hicieron visibles no va a poder resolverse.
*Por Rubén Zárate.